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Capítulo Diez de este Comentario

Tema 4

"Cielo nuevo y una tierra nueva"

 

Contra un cielo estrellado de azul real se destaca un elegante arco abstracto y en una superficie pavimentada, también de tonalidades azules, brilla desde la lejania, una luz blanca fuerte, simbología que interpretamos como preámbulo a la aparición de la tierra nueva con cielos nuevos, tema del Capítulo Diez del comentario ilustrado Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones.

 

Contra un cielo estrellado de azul real se destaca un elegante arco abstracto y en una superficie pavimentada, también de tonalidades azules, brilla desde la lejanía, entre las columnas del arca, una luz blanca fuerte, simbología que interpretamos como preámbulo a la aparición de la tierra nueva con cielos nuevos.

 

¿Será la "tierra nueva" prometida el actual planeta

Tierra "renovado", o un mundo totalmente diferente

hasta en su esencia fundamental?

 

Textos bíblicos abordados en este estudio

 

Apocalipsis 21:1; 2 Pedro 3:11-14; Juan 14:1-4; 1 Corintios 2:12-15; 15:42-49;

2 Corintios 4:18; 5:1-9; 12:1-4; 1 Juan 3:2; Efesios 1:22-23; Filipenses 3:20-21;

Hebreos 12:23; 1 Pedro 1:17-25; 2 Pedro 1:4; Apocalipsis 21 y 22;

Génesis 1:26-28 e Isaías 65:21-23.

 

Percepciones de “cielos nuevos y tierra nueva”

Teorías, cuestionamientos y análisis de textos relevantes

 

PDF de este estudio

 

A.  Cierto lector de estos estudios nos escribió, diciendo: “Quisiera consultar algo que no tengo muy claro, y es que usted explica con la Biblia que la tierra será destruida basándose en 2 Pedro 3:11-14, sin embargo allí el apóstol dice 'una nueva tierra', y también Apocalipsis 21:1 dice 'nueva tierra'.”  

 

Aclaraciones y comentarios adicionales al respecto de nuestra parte.

 

1.  Se comprende que “tierra”, en la expresión “nueva tierra”, hace a no pocos estudiosos de estos temas pensar en el mismo planeta Tierra material que los seres humanos habitamos en cuerpos de carne y sangre. Enfocando el sustantivo “tierra”, deducen que nueva tierra” quiere decir que nuestro globo terráqueo material será “limpiado, renovado, restaurado”, de alguna forma, y que permanecerá eternamente como “tierra material”. Razonan que los textos bíblicos relevantes dicen “tierra”, que no dicen “nuevo planeta, globo, esfera o nueva morada totalmente distinta en sustancia y apariencia a la actual tierra material”, y que, por lo tanto, “nueva” ha de interpretarse como “restauración a condiciones prístinas”, o algo parecido, tal vez como el paraíso del Edén.

2.  Ahora bien, mediante los estudios anteriores de este Capítulo Diez, ya hemos establecido, convincentemente, aun irrefutablemente, según nuestra apreciación, que Dios destruirá completamente el planeta Tierra actual, deshaciendo y quemando hasta sus “elementos”. Por lo tanto, esta misma tierra no será “renovada, limpiada, restaurada”, ni permanecerá eternamente, ya que está destinada a desaparecer. Una vez más, apelamos a los axiomas de 2 Corintios 4:18“…no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” Lo que se ve es “temporal”. Nuestra tierra se ve. Por lo tanto, es temporal. Lo temporal no es eterno. Por lo tanto, nuestra tierra no existirá eternamente. Contra estas sencillas y elegantes verdades se estrellan, despedazándose, todos los argumentos, especulaciones, interpretaciones, porfías y teorías en defensa de “planeta Tierra material eterno” o “tierra material limpiada y restaurada permanentemente”. Así pues, simple y llanamente, no es posible que la “nueva tierra” profetizada en el Nuevo Testamento sea el mismo “cuerpo sólido celeste”, llamado “Tierra”, que gira alrededor de la estrella “Sol”, en la galaxia denominada “Vía Láctea”.

 

Una visualización artística, de matices físicos-materiales, de una esfera nueva que emerge en el espacio. “Porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1).

 

Una visualización artística, de matices físicos-materiales, de una esfera nueva
que emerge en el espacio. 
“Porque el primer cielo y la primera tierra pasaron,
y el mar ya no existía más”
 (Apocalipsis 21:1). Lógicamente, sería imposible
componer una pintura realista de una nueva creación celestial desconocida
totalmente por los humanos, invisible al ojo humano, por no revestirse tal creación
de una naturaleza material. Viviendo en cuerpo animal-terrenal y teniendo
ojos físicos que solo captan lo material, conceptualizamos cosas y
escenarios solo con características o parámetros materiales.
Más sin embargo, pese a esta limitación, intelectual y
espiritualmente somos capaces de conceptualizar l
o espiritual y entenderlo.

 

3.  ¿Cómo será, pues, la “nueva tierra” de las profecías y visiones del Nuevo Testamento?

 

a)  Tratándose de su forma, tamaño, apariencia y sustancia, ¡no sé!

De la manera que no se nos ha revelado “lo que hemos de ser” al ser glorificados y ser revestidos del nuevo “cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:43-44), tampoco se nos ha revelado la forma, el tamaño, la apariencia o la sustancia de la “nueva tierra”

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él [Cristo] se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cómo él es” (1 Juan 3:2).

¿Por qué no ha dado el Espíritu Santo, en el Nuevo Testamento, una descripción gráfica de “lo que hemos de ser”? Me atrevo a pensar que por las siguientes razones:

(1) Contrario a creencias comunes, los humanos no podemos ver a seres espirituales (Lucas 23:36-40).

(2) El nuevo cuerpo glorificado del justo resucitado y transformado (1 Corintios 15:51-52), será “cuerpo espiritual”.

(3) Por consiguiente, en esta existencia material, no podríamos verlo, y por ende, somos incapaces de apreciar su forma, tamaño, apariencia o sustancia.

Conceptualizamos objetos en términos materiales.

No somos capaces de conceptualizar objetos o seres espirituales en términos de su naturaleza espiritual real, cual sea.

A esta verdad se debe el hecho de que quienes intentan representar gráficamente al alma, siempre le dan rasgos y matices materiales –seres semitransparentes, con facciones humanas, alas, cuerpos de forma humana, envueltos en auras, con halos, etcétera.

b)  ¿Es concebible que la sustancia de la “nueva tierra” sea de elementos materiales, tal cual la del actual planeta Tierra? ¿Qué sea semejante a nuestra tierra antes de la caída de Adán y Eva?

Para Dios, todo es posible.

Adán y Eva tenían cuerpos físicos de carne y sangre. En cambio, el ser humano glorificado, en virtud de haber hecho la voluntad de Dios, tiene “de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

Y por eso”, escribe el apóstol Pablo, “gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial” (2 Corintios 5:1-9).

¿Morar y desenvolverse el ser glorificado, revestido de su “habitación celestial”, es decir, de su “cuerpo espiritual”, en una “nueva tierra” material? Concebible, pero poco plausible, opina este servidor.

Nuevo “cuerpo espiritual”. Nueva “habitación celestial”. Nueva “casa” para el alma purificada, hecha perfecta (Hebreos 12:23), glorificada; “casa… eterna, en los cielos”. Y así, nuevo “cuerpo espiritual”, hecho para morar y desenvolverse en “una nueva tierra”, con “cielos nuevos”ambos también de una sustancia que tenga correlación con el “cuerpo espiritual”. Ambos, “en los cielos”

Por su consonancia obvia, me inclino fuertemente a esta visualización de “cielos nuevos y tierra nueva”.

Suponiendo, entonces, que tengan estos “cielos nuevos y tierra nueva” una sustancia correlativa al “cuerpo espiritual”nos sería del todo imposible conceptuarlos como lo serán en realidad, y por la misma razón que se nos imposibilita saber “lo que hemos de ser” en lo concerniente al cuerpo transformado, hecho “espiritual”, poderoso e inmortal. 

Solo podríamos visualizarlos por medio de metáforas, y de hecho, metáforas son el “lenguaje” principal de Apocalipsis, incluso en las presentaciones de “la nueva Jerusalén”, con su “río limpio de agua de vida” y “árbol de la vida, que produce doce frutos”, la cual ciudad celestial el apóstol Juan ve “descender del cielo de Dios” a la “tierra nueva”  (Apocalipsis 21 y 22).

c)  De corresponder los “cielos nuevos y tierra nueva” al “cuerpo espiritual” de los justos glorificados, el uso tanto de “cielos” como de “tierra” sería metafórico. Como sabe el que escudriña las Sagradas Escrituras, las metáforas abundan y sobreabundan en ellas.

 

(1)  En nuestro lenguaje, “cuerpo”, tal cual “tierra”, identifica, literalmente, una creación material. Mi cuerpo es el ser físico, de carne, huesos y sangre, que me sirve como “morada terrestre” “tabernáculo” (2 Corintios 5:1). Pero, en la Biblia “cuerpo” también se utiliza metafóricamente. Por ejemplo, Dios dio a Cristo “por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo” (Efesios 1:22-23). La iglesia no es el cuerpo literal de Jesucristo sino su cuerpo espiritual. Pero, tampoco es la iglesia, como “cuerpo”, el cuerpo espiritual personal de Cristo, es decir, el cuerpo que él ocupa allá a la diestra de Dios (Filipenses 3:20-21), sino, metafóricamente, el conjunto de miembros espirituales que componen la organización divina llamada “iglesia”.

(2)  “Tabernáculo”, en 2 Corintios 5:1, es un ejemplo clásico del lenguaje metafórico. Tabernáculo. (en hebreo, ojel que significa tienda; y miscan que significa morada). Tienda de campaña, santuario portátil que cobijaba el arca del pacto. Sirvió a Israel desde su construcción en el Sinaí (Éxodo 19.1), hasta la construcción del templo de Salomón.” (Diccionario ilustrado. “iLumina.” www.caribe-betania.com)  Mi cuerpo físico no es, literalmente, un “tabernáculo”, o “tienda de campaña”. Más sin embargo, su representación figurativa como tal es sumamente apropiada, por ser el cuerpo físico una “morada” provisional, temporal y bastante frágil.

(3)  Pues bien, si “cuerpo”“tabernáculo” y muchos vocablos semejantes pueden representar otras cosas esencialmente distintas en forma, apariencia o sustancia, ¿por qué no el vocablo “tierra” en la expresión “nueva tierra”? Propongo que hay razones de peso para entender “nueva tierra” en sentido metafórico, como representativo del “lugar” que la Deidad está preparando para los justos que serán otorgados la salvación eterna –lugar cónsono con el “cuerpo espiritual”, y por consiguiente, no de los mismos elementos materiales, visibles y palpables, que componen el actual planeta Tierra.

 

(a)  De hecho, personalmente, estoy esperando tal “nueva tierra”. Se me hace imposible describirla, de la misma manera que se me hace imposible describir el “cuerpo espiritual”, pero estoy en espera de ella. El no poder visualizar el “cuerpo espiritual” y la “nueva tierra” como serán en realidad, no me hace dudar del cumplimiento, a su debido tiempo, de las “preciosas y grandísimas promesas” divinas al respecto que Dios me ha dado (2 Pedro 1:4).

(b)  Si la “nueva tierra” resulta ser un “cuerpo celestial nuevo, hecho de los mismos elementos que componen el actual planeta Tierra”, espero que su Creador me conceda la incomparable dicha de morar en él, ¡pese a cualquier error doctrinal sobre este tema del cual sea culpable este servidor! “Nueva tierra” espiritual correlativa al “cuerpo espiritual”, o “nueva tierra” material: ¿cuál será? Lo de trascendental importancia es purificar mi alma “por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido…”, mediante “la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:17-25), para “tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (Apocalipsis 22:14), comoquiera que sean y dondequiera sean hallados el “árbol”“las puertas”“la ciudad” y la “nueva tierra”. Esta es mi percepción, hasta el presente, sobre este tema y las prioridades de la vida espiritual en Dios.

 

d)  Las maravillosas palabras de Jesucristo, en Juan 14:1-4, parecen apoyar mi creencia. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuere, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotrosY si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”

 

(1)  ¿Dónde hay “muchas moradas” para los discípulos fieles del Señor? “En la casa de mi Padre…” ¿Dónde se encuentra esta “casa”? En el “cielo de Dios”, y no en el planeta Tierra.

(2)  ¿Dónde prepara Cristo “lugar” para sus discípulos? En el lugar al cual él iba a ir después de acabar su ministerio terrenal. ¿Cuál lugar fue aquel? Elemental: ¡el cielo de Dios¡ De allí había venido; a allá volvería. Allá, y no en el planeta Tierra, prepararía “lugar” para los suyos.

(3)  “…vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Habiendo preparado Cristo “lugar” para los suyos, y consumándose “el misterio de Dios” (Apocalipsis 10:5-7), vuelve el Señor, en su Segunda Venida, tomando para sí mismo a sus fieles, no secretamente sino abierta y visiblemente, luego llevándolos al “lugar” por él habilitado. ¿Dónde? Fuera de este mundo material, en regiones celestiales. “…voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere…” Parafraseando: “No me quedo en este planeta Tierra. Me voy de aquí, y adonde me voy, allí voy a preparar lugar para vosotros. Vendré otra vez, pero no para permanecer en esta tierra mil años más, sino para tomar a vosotros y llevarlos al lugar que voy a preparar, para que estemos juntos en aquel lugar”.

(4)  Aquel “lugar” que Cristo está preparando es sinónimo de “cielos nuevos con tierra nueva”. Siendo de naturaleza celestial aquel “lugar”, podemos afirmar confiadamente, aun categóricamente, que los “cielos nuevos y tierra nueva” son de naturaleza celestial. ¿Es material la naturaleza de lo celestial? ¡De modo alguno! “Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales” (1 Corintios 15:48). Obviamente, lo celestial es diferente a lo terrenal. Por lo tanto, los “cielos nuevos y tierra nueva”, siendo celestiales, ¡son diferentes al planeta Tierra, el cual es terrenal! No son, pues, el planeta Tierra “limpiado, renovado, restaurado”, ni son de elementos terrenales.

 

e)  También se presta para sostener nuestra creencia la enseñanza del apóstol Pablo en 1 Corintios 2:12-15. “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga toda las cosas; pero él no es juzgado de nadie.”

 

(1)  Decir que al celestial, es decir, al alma justa, glorificada y revestida de “cuerpo espiritual”, le corresponde morar en “cielos nuevos y tierra nueva” celestiales, es acomodar “lo espiritual a lo espiritual”.

(2)  Por otro lado, decir a tal alma, glorificada y hecha celestial, que le corresponde morar en “cielos nuevos y tierra nueva” terrenales, sería intentar, efectivamente, acomodar lo espiritual a lo terrenal, o “natural”. Así razono y deduzco.

 

f)  El apóstol Pablo tuvo una grandiosa experiencia que da credibilidad a nuestras explicaciones. “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco a tal hombre… que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:1-4). Así que, Pablo “fue arrebatado hasta el tercer cielo”, sinónimo del “paraíso”, pero al ser regresado al planeta Tierra, ¡no puede comunicar, ni siquiera a la iglesia, por el Espíritu, nada de lo que oyera o viera allá! ¿Por qué? Tímidamente, doy mi opinión. ¡Porque aquel mundo del “tercer cielo-paraíso” es tan y tan diferente al mundo nuestro material que no se puede “expresar” en nuestras lenguas una descripción entendible de él, ni se puede traducir a lengua humana alguna las “palabras inefables” del hablar celestial! Asimismo, quizá en grado igual, sean diferentes los “cielos nuevos y tierra nueva”, siendo celestiales, al planeta Tierra que habitamos en cuerpos de carne y sangre. A propósito, a manera de una leve comparación, los buceadores dicen que el “mundo marino”, allá debajo de la superficie de los mares, es tan y tan diferente a la flora y fauna de los continentes e islas que apenas encuentran palabras adecuadas para describirlo, pese a que también pertenece a la creación material.

g)  Querido lector, todavía otro pasaje del Nuevo Testamento respalda, así entiendo, mi percepción de la naturaleza de los “cielos nuevos y tierra nueva”, a saber, 1 Corintios 15:45-49. “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.” Cualquier redundancia en los siguientes comentarios se utiliza adrede para enfatizar distintas enseñanzas.

 

(1)  “El primer hombre” es el hombre, cualquier hombre y todo hombre, en su cuerpo de carne y sangre, es decir, en su cuerpo “animal”, y por lo tanto, “el primer hombre” es “terrenal”, de la tierra.

(2)  “…el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.” Este es espiritual y tiene “cuerpo espiritual”. De la manera que Adán, allá en el Edén, tipifica a todo hombre “terrenal”, así “el Señor”, quien “es del cielo” y, resucitado, volvió al cielo, tipifica todo hombre espiritual, es decir, al hombre que, obedeciendo al evangelio hasta el fin de sus días, muere “en Cristo”, recibiendo, al ser resucitado y glorificado, “cuerpo espiritual”. El hombre espiritual es celestial. ¿Colocaría Dios a este “hombre espiritual-celestial” en una “tierra nueva” material? Bien pudiera hacerlo, pues él es Dios sobre todas las cosas. Sin embargo, colocarlo en una “tierra nueva” celestial correspondiente a su nueva naturaleza espiritual-celestial parecería ser lo más natural, coherente y armonioso. Esta opinión la pronunciamos solo para resaltar una posibilidad, y no como juicio sobre cualquier acción que tomara el Creador. Dondequiera que coloque él al hombre espiritual-celestial, este será plenamente feliz por las edades de las edades.

(3)  “…el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.” Allá en el cielo, a la diestra de Dios el Padre, Jesucristo ocupa, un cuerpo “celestial”, y por ende “espiritual”. Este cuerpo se describe como “el cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:20-21). Obviamente, su cuerpo celestial-espiritual no es una mera “renovación del cuerpo terrenal” sino una morada totalmente distinta a la morada terrenal. Lo “terrenal” no es “celestial”, ni es “celestial” lo “terrenal”. Lo “terrenal” y lo “celestial” son dos polos opuestos. Son dos esferas distintas. Dos realidades distintas, tanto en naturaleza como en duración.

 

(a)  ¿No es aplicable esta misma gran verdad a la “tierra nueva”? O sea, de la manera que el nuevo cuerpo glorificado, tanto de Jesucristo como de los justos transformados, no trae “la imagen del terrenal” sino “la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49), asimismo la “tierra nueva” traería una imagen distinta a la terrenal.

(b)  Por cierto, “la nueva Jerusalén” que desciende “del cielo, de Dios” a la “tierra nueva”, con “cielo nuevo” (Apocalipsis 21:1-2; 2 Pedro 3:13), no trae la imagen de “la Jerusalén actual” (Gálatas 4:25), es decir, de la terrenal, sino la de lo celestial“Os habéis acercado… a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la CELESTIAL…” (Hebreos 12:22). Y si esta “nueva Jerusalén” trae la imagen del celestial, preguntamos: ¿Con qué lógica proyectar para ella una “nueva tierra” material, “nueva” solo en el sentido de haber sido “limpiada y restaurada”? “Nueva Jerusalén… celestial”, en “nueva tierra” celestial, habitada por “los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23), que ocupan nuevos cuerpos espirituales-celestiales. Esta visualización, la cual tengo por netamente bíblica, es armoniosa en todo aspecto, y sublime mucho más allá de nuestra capacidad para apreciarla cabalmente.

 

h)  Dos textos adicionales de 1 Corintios 15 sostienen estas mismas explicaciones. El Espíritu Santo enseña claramente que el cuerpo físico no tiene cabida en “los cielos nuevos con tierra nueva”“Pero esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50). En este contexto, el “reino de Dios” es sinónimo de “cielos nuevos con tierra nueva”, siendo “el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” nombrado por el apóstol Pedro en 2 Pedro 1:11. Ningún ser carnal, ningún cuerpo de carne y sangre, ninguna cosa corruptible, tendrá cabida en aquel “reino eterno”, purificado, glorificado, celestial. El “cuerpo espiritual”, poderoso, glorioso e inmortal, sí. “Reino eterno” espiritual, y no material, en el que habitan seres glorificados en cuerpos espirituales: la correlación armoniosa resalta por sí sola. El segundo texto, 1 Corintios 15:53, corrobora y refuerza el primero. Dice: “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

i)   Pienso discernir un paralelo instructivo entre lo que sucede al cuerpo físico humano y lo que sucede al planeta Tierra material, con implicaciones sobre la naturaleza de los “cielos nuevos y tierra nueva”.

 

a)  Volvamos sobre 2 Corintios 5:1. “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” El cuerpo físico de todo ser humano se deshace. En lugar de él, Dios da a los salvos un “cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:44), el que se describe en 2 Corintios 5:1-2, como ya anotamos, mediante el uso de términos obviamente figurados: edificiocasa no hecha de manos… habitación celestial”.

b)  Interesantemente, distintas formas del verbo “deshacer” se utilizan en 2 Pedro 3:10-11. “…los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas…” “Todas estas cosas” incluye “la tierra” material. ¿Qué fin sufre el cuerpo físico humano al ser deshecho? Vuelve al polvo. Se vuelve nada. Y al ser resucitado, ¿se reconstituye cuerpo físico? ¡De modo alguno! “Resucita cuerpo espiritual”(1 Corintios 15:44). Paralelamente, ¿qué fin sufre la tierra material al ser deshecha? Sus elementos, encendiéndose, se funden. Se vuelven nada. ¿Reconstituye Dios estos elementos materiales para formar la “tierra nueva”? Mi parecer es que no lo hace. Sustituyendo él al cuerpo físico humano con un nuevo “cuerpo espiritual”, ¿con qué lógica postular que no cambie la presente tierra material por una morada totalmente diferente, distinta aun en sustancia?

j)  Resulta, pues, que múltiples consideraciones me llevan a concluir que “tierra”, en la expresión “nueva tierra”, es “tierra” solo en el sentido figurado de ser la futura morada de los salvos. Amado lector, estoy esforzándome para entender y armonizar las “preciosas y grandísimas promesas” (2 Pedro 1:4) que nos ha dado Dios, incluso “sus promesas” acerca de “cielos nuevos y tierra nueva” (2 Pedro 3:13), sin pretensión alguna de hacer prevalecer mis puntos particulares de vista. Procuro entendimiento para mí, ilusionado con que tal vez mis indagaciones tengan algún valor para otros que busquen con ahínco más luz espiritual.

 

B.  La persona que nos planteó sus inquietudes sobre el significado “tierra” en la frase “tierra nueva” también dice: “De hecho, Génesis 1:26-28 dice: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra’. Pregunto entonces, ¿para qué les dice Dios que llenen la tierra si luego la va a destruir por completo?, y ¿para qué cuidar de los animales y las plantas, si también serán eliminados en el día de juicio?”

 

Respuesta. Los mandamientos en Génesis 1:26-28 Dios se los dio a Adán y Eva antes de incurrirse ellos en pecado. Pese a la caída en pecado, los seres humanos no fueron eliminados de la tierra. Tampoco los animales, las aves, los reptiles, etcétera. Ya que la raza humana seguía en la tierra, era preciso proveer para el sostenimiento de sus cuerpos físicos. De ahí, la importancia de los animales, las plantas, etcétera, hasta el día de hoy, y hasta la consumación del “misterio de Dios”. Huelga decir que el nuevo “cuerpo espiritual” dado a los santos de Dios en la resurrección no tendrá necesidad del sostenimiento material –alimentarse de plantas y carnes materiales. Dicho sea de paso, que esta verdad es otra razón poderosa para proyectar una “tierra nueva”, diferente en sustancia a la presente tierra material. Para el sostenimiento del “cuerpo espiritual” no hará falta una tierra material que provea alimentos materiales.

 

C.  Añade el autor de los planteamientos: “También el libro profético de Isaías dice: ‘Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal. No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que está compuesta de los benditos de Jehová’ (Isaías 65:21-23.)” 

 

1.  Estudio detallado al respecto. El escrito “Las profecías de Isaías sobre ‘tierra nueva y cielos nuevos’” contiene comentarios extensos sobre este tema de Isaías 65:17-25. Está disponible en www.editoriallapaz.org/isaias_tierra_nueva.htm.  

2.  Aquí, nos limitamos a observar que:

 

a)  Aquellos “nuevos cielos y nueva tierra” fueron ofrecidos condicionalmente solo al pueblo de Israel.

b)  La gente seguiría muriendo.

c)  Habría pecadores en aquella “nueva tierra”.

d)  Edificarían casas y plantarían viñas.

e)  Engendrarían hijos según la carne.

f)  “…la serpiente”, Satanás, el “gran dragón”, seguiría activa.

Estos hechos, por sí solos, demuestran claramente que aquellos “nuevos cielos y nueva tierra” no son los mismos prometidos en el Nuevo Testamento.

 

 


 

 

Próximo estudio. El fin del Milenio.

Algunas causas que posiblemente conduzcan al fin del Milenio de libertad religiosa para el pueblo leal a Dios y Jesucristo. Documentando la creciente decadencia moral y espiritual de las naciones.

Componentes del Capítulo DIEZ de Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones.
LISTA completa.

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